El dolor de un ex, de un ex-deportista.

En estos días las entrañas de deporte parecen removerse un poco y es imposible que de alguna manera así lo hagan también las mías.

Cuando ocurren hechos tan tristes como la pérdida de Blanca Fernández Ochoa, el deporte y la sociedad alza la voz y recuerdan un referente que durante muchos días no estuvo bajo el foco, sino en la oscuridad del olvido.

No quería escribir, sabía que ante esto saldría a la luz un pedacito más de mi alma. Pero ya estoy vendida al deporte, que más da darle otro regalo a este diablo.

El fin de semana viajaba a celebrar el enlace de uno de los mejores regalos que la competición te puede regalar, porque ante tanta competitividad, a veces falta de escrúpulos y poca humanidad, encuentras gente buena, amigos de los de verdad. No quería escribir, no quería, pero mi fortuito acompañante respondió a una llamada telefónica, iba a Cercedilla, a despedir a Blanca. Me hundí un poquito más en mi en mi plaza de turista, descubriendo en la ventana el mohín que mi cara angustiaba.

Al día siguiente leía la publicación de Almudena Cid y qué pena que, sin estar retirada, tanto reconocí: “Mi pensamiento de deportista imbatible dejó de existir cuando colgué mis punteras. Porque uno puede creérselo un tiempo, unos años, pero no para siempre. Y mucho menos cuando dejas el deporte y te das cuenta de todas las situaciones que has superado y que muchas de ellas no debieron ocurrir, por falta de un sistema, por falta de empatía o por falta de PROFESIONALIDAD. Porque sí, el deporte es política también, y hay quienes dirigen el deporte pensando que es de ellos y lo mueven a su antojo, dejando el respeto y la coherencia en su casa. Quizás ni allí los tengan”.

Esa fortaleza a la que, como deportista, tantos te asocian y que muchas veces ni eliges, ya que es tu única opción para sobrevivir. Me han llamado recientemente agitadora, hace escasos días me dijeron guerrillera… y en ocasiones, lejos de sentirme alagada, he percibido estos adjetivos como un ataque. Me he sentido la nota disonante, la que debería callar y hacer sonido de fondo como las demás.

Me he sentido la nota disonante, la que debería callar y hacer sonido de fondo como las demás.

Queremos cambiar las cosas para mejorar, pero muchas veces las individualidades solo nos dejan protestar, pero ante lo que consideramos nuestras propias injusticias, no las del deportista en general. La competición exige nuestro todo, nuestra vida, nuestro tiempo, al 100%. Nos consume hasta que cuando llega el adiós en la competición, el deportista no se retira, se muere en gran parte. Muere su motor, su día a día, su motivación y debe renacer con una edad en la que lo que realmente debería encontrar es estabilidad. Un estabilidad familiar y laboral que es difícil que en muchos deportistas pueda llegar.

Desde 2012 formo parte de una Junta de Gobierno de la RFEA, en la que me ha tocado defender muchos intereses de compañeros, compañeros a los que hemos conseguido descongelar becas injustamente paralizadas y cuya respuesta ha sido en alguna ocasión: para eso te pagan.  A ese atleta que me avasalló a preguntas en una competición internacional en la que yo también competía, le tuve que recordar que su obligación era leer el contrato de beca que en ese momento firmaba y que todo lo que me pedía estaba publicado. También qué decir que a mi nadie me paga nada, sino que invierto mucho tiempo intentando mejorar ese sistema del que antes hablaba. Os contaré también que otro de esos casos esperó a que yo la cagara en Zürich 2014 para enviarme un mensaje en el que se alegraba de mi desgracia. Una persona por la cual yo en la mañana de la final de Alcobendas peleé y me aseguré de que se le pagará esos trimestres retrasados. De reuniones mientras mis rivales descansaban y luego, así de desagradable es la calaña. También añadiré que yo no soy la única atleta que estaba en esas reuniones, pero si la que vive estas cosas…

Pero no me arrepiento, como tampoco de cómo el año pasado removí cielo y tierra para que se viera el error de forma que existía en las ayudas de conciliación. Sirvió para que se viese públicamente el problema y también para que yo tuviera que aguantar criticas en redes dándome por acabada, llamándome “paquete” y muchos piropos más que vuelven a llevarte a querer dejar de sentirte disonante. Otras compañeras decidieron actuar así en el pasado, haciendo que el error se encallara, yo me sentí feliz al ver que de alguna manera la sensibilidad existiera y el sistema rectificara.

Porque esto es muchas veces así, solo te quiero cuando estás ahí, en el pódium. Pero cuando te bajas de él, sea por lo que sea, tengo derecho a hundirte aún más al infierno, con ese diablo al que parece que con tus derechos de imagen, incluías a los de tu maltratar tu alma.

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Solo te quiero cuando estás ahí, en el pódium. Pero cuando te bajas de él, sea por lo que sea, tengo derecho a hundirte aún más al infierno, con ese diablo al que parece que con tus derechos de imagen, incluías a los de tu maltratar tu alma.

Y cuando te ves tan oprimido que te falta la respiración, intentas buscar vías para seguir creciendo, para sobrevivir y, como relata Almudena, salir en busca de medios para perseguir su nueva ilusión.

Yo aproveché y me formé, descubrí nuevas facetas en búsqueda de la felicidad cuando las pistas sean anecdóticas. Me formé y me formé, hasta que me encontré que tengo un perfil muy junior para una formación tan senior y que soy demasiado senior para comenzar como cualquier junior. Así que simplemente me quedo como una veterana sin experiencia y sin oportunidades para empezar.

Podría seguir y escribir sin fin, contando mis dos conizaciones, mis dos operaciones, mis millones de cicatrices internas, mi debilidad por mi inmunodeficiencia. Podría buscar vuestra pena, podría intentar que este mensaje llegara, que simplemente a alguien todo esto le calara…

Solo sé que con esto me recuerdo a mi misma que cuando llegué el momento me respetaré y me lo mereceré, mi descanso. Amaré siempre a este diablo, el que me ha dado una vida llena de oportunidades y penurias a partes iguales.

Lucharé por mejorarlo, buscando una herencia mejor, quién sabe si hasta para mi propio vástago. Tocará volver a luchar para intentarlo una vez más,  hacerlo de cero, sin red de seguridad, sin la confianza de casi nadie y el apoyo de muchos menos. Pero, aunque jamás me inviten a La Resistencia, diré que, sin apenas cuatro dígitos en mi cuenta bancaria, lo que sí tengo son millones de ganas.

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4 respuestas a “El dolor de un ex, de un ex-deportista.”

  1. Yo viví en primera persona lo que fué la vida de un deportista de elite, olímpico español, portada de revistas y de telediarios nacionales. Un infierno de esfuerzo, una brizna de gloria, un calvario de lesiones e incomprensión. Su gran culpa fué ser una persona tímida, lo que se confundió con distancia y soberbia. Los elogios se convirtieron en insultos. Su deseo de éxito, en fracaso muy a su pesar. Quisieron aprovecharse de su fama para sacarle dinero. Le estafaron una cantidad de 6 cifras en la escuela de aeronáutica donde esperaba sacarse un título. Emigró a USA donde se vió solo. Regresó a España y calló en depresión. Tomaba medicación fuerte para los dolores de sus lesiones, antidepresivos y antiinflamatorios en dosis altas. Falleció de un infarto a los 36 años.
    Ese día juré por lo más sagrado que si algún día tengo hijos, evitaré por todo lo posible que entren en el infierno del deporte de competición.

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