Ayer arrancó el Cto. De Europa de PC en Praga, una competición que me parece excepcionalmente atractiva porque el indoor tiene esa cercanía y ritmo que acerca y engancha al espectador.
Para mi esta competición es tremendamente especial. Primero, porque en 2011 en París, supuso mi regreso a la selección absoluta después de 3 años horribles, con una final y un quinto puesto que me supo a poco (valoro muchísimo ese resultado, pero aún valoro más esa exigencia pese a ser el retorno con la roja). Por el 2013 creo que no hace falta que lo explique… y aunque el invierno ha sido complicado y de alguna manera ves que este campeonato se te está escapando, cuando se va acercando la cita, aunque tienes asumida tu no presencia, no la aceptas. O al menos eso siento yo.
Tras un campeonato de España en el que pese a todo me fui contenta, llegaba ese fatídico miércoles en el que abres la lista de seleccionados y no lees tu nombre. Y todo tu ser racional es consciente de ello, de que desde noviembre el destino ha querido que este no sea tu campeonato. Pero mi parte visceral, la que tanto manda en mi, no lo termina de asumir. Asi que empiezas a leer, no ves nombres en el 1500 femenino y algo se empieza a revolver…otra vez a llorar.
Tres campeonatos de Europa consecutivos en esta prueba con presea para nuestro país y ahora ni una mujer en esta distancia. Y empiezas a sentirte mal, hasta culpable de que esas plazas queden descubiertas, porque para mi la roja es un orgullo, un sueño y también de alguna manera una gran responsabilidad. Echas de menos el luchar por tu tercera final.
Llega esa parte de negación, de no querer ni ver el campeonato por la tele, de entrenar hasta con una rabia que se acrecenta cuando encima empiezas a sentir la continuidad que ha faltado meses atrás… ¿en serio? ¿ahora?. Porque después de Antequera, tocaba correr por el Simply Scorpio y seguir calzándose las zapatillas aunque una no quisiera.
Empiezas a ver en redes sociales a tus compañeros, a muchos amigos, subir fotos de esos instantes previos que tanto conoces: la reunión técnica, la visita a la pista, el dorsal, el calentamiento el día de antes, las rutinas… Las rutinas que tanto marcan nuestras ‘tradiciones’ en los campeonatos. Unas rutinas que casi revives sin estar allí. Así que ayer me sorprendí a mi misma pintándome las uñas de rojo, ese rojo que me gusta llevar con la selección. Ese momento de tranquilidad el dia antes de la competición en el que estas tranquila, pero sin embargo sientes que estas afilando las garras para la batalla. No podré lucir este esmalte en Praga, pero lo veo en mis manos mientras escribo estas líneas, como pequeñas espinas que van pinchando a cada palabra. Pinchan en el corazón, pero eso me recuerda que debo seguir viviendo esto con pasión.
Asi que aquí estoy, frente al televisor, con el corazón en un puño, esperando, viendo a mis compañeros, empujando a mi amor. Mientras yo sufro con amargura el recuerdo de el momento mas especial hasta ahora de mi carrera deportiva.
Ahora llega la fase de aceptación, y aunque no tendré fuerzas para ver el 1500 femenino, estaré apoyando a esos amigos. Cuanto valoro ahora ese discurso que casi sentimos rutinarios con el que se arranca la reunión técnica: “Enhorabuena a todos por estar aquí…”. Cuanto daría por haber oído esas palabras, por poder defender esa plata, ese momento, esa final… Pero cuanto debo agradecer porque jamás nada ya me la va a quitar. Ahora queda seguir comprando esmaltes, para que con el trabajo y la ilusión podamos alzar de nuevo los brazos al cruzar la meta.
Pero mientras eso llega…yo voy a seguir soñando con el atletismo español.