Muchas veces, para los deportistas lo cotidiano se vuelve tremendamente extraordinario, porque es muy excepcional aquel atleta que tiene una vida completa en el ámbito laboral.
Cuando este invierno no vislumbraba el final del pozo en el que me estaba hundiendo la lesión, sabía que la oportunidad de empezar con el proyecto de ‘Entrena tu futuro‘ era el único cabo al que me podía amarrar para intentar no hundirme en la situación económica en la que la lesión me había sumido. Tras meses invirtiendo miles de euros en procesos para recuperarme que no tenían resultados, la pescadilla crecía porque el no poder competir con normalidad, no permitía recuperar lo ingresos. Así que solo era descontar, descontar, descontar… mientras quitaba ilusiones, eliminaba esperanzas y desaparecía cualquier opción de un diagnóstico en firme que arrojase algo de luz sobre todo este proceso.
Así que en la presentación de este acuerdo entre la empresa Bertelsmann y el Comité Olímpico Español, todos mis compañeros en esta segunda promoción afirmaban que era la opción perfecta para tener una oportunidad de comenzar en el mundo laboral y poder ir sumando experiencia. Mi situación era la inversa, para mí esta oportunidad me permitía no tener que abandonar mi lucha y poder continuar con mi verdadero y apasionante trabajo: el atletismo. Así pues, embarcarme en este proceso me daba la opción de recuperarme físicamente y regalarme una oportunidad dibujada en tiempo para poder volver con garantías al tartán.
Tras cerrar mi última competición hace ya más de tres meses, en el que ha supuesto mi campeonato de España más amargo e indigerible, dar carpetazo definitivo a ponerme los clavos hasta que hubiese un cambio en mí vida supuso que los cambios llegasen unos detrás de otros. Cuando casi había perdido la esperanza, y tras dar vueltas por diferentes ciudades, médicos y especialistas, resultó que el doctor Pepe Sarasa, gracias a empezar a trabajar con mis fisios de FisioZaragoza, encontró la clave de lo que me ocurría.
Un endofibrosis en la arteria iliaca que se me estaba empezando a crear también en la pierna derecha. Algo así como un callo interno en la arteria justo en la zona de flexión de cadera, debido a la mecánica repetitiva de la técnica de carrera y que limitaba mi riego sanguíneo en mis extremidades inferiores. Así, tras una dolorosa prueba de esfuerzo en la que intenté agonizar al máximo posible durante 20 interminables minutos (porque ya he llegado al punto en el que mi cuerpo no me permitía hacer 15’ de carrera continua sin dolor), comprobamos que la presión arterial caía de 11.5 a 4.5 tras es el esfuerzo. La bruta de siempre llegaba a correr así, pero aun algunos dudaban de la realidad de mi lesión.
Inmersa ya en mi rutina laboral, seguía entrenando y avanzando en las pruebas médicas, hasta que la recuperación a la misma era la más complicada: un baipás arterial.
Ante esto tome la decisión de por una vez, priorizarme a mí y no a este dolor que tantos meses me ha tenido esclava. Oxigenándome por completo de la competición, ni si quiera me he dado cuenta del momento del calendario atlético en el que ya estamos. Regalándome tiempo para mí, aprendiendo de este proyecto temporal, desarrollándome como persona y valorando todo aquello tan cotidiano para el mundo real y que a mí hasta ahora se me antojaba como excepcional. Posponiendo la intervención al momento adecuado.
Por primera vez en mucho tiempo un domingo no tengo que subir a hacer esas tediosas y repetitivas cuestas que se redundaban semana tras semana. Puedo dedicármelo a hacer lo que me apetezca o al simple placer de no hacer nada, aunque esto último no se hacerlo.
Dedicar un domingo a hacer lo que me apetezca o al simple placer de no hacer nada
Si una tarde llego cansada de todo el día, puedo adaptar mi entrenamiento o directamente, no hacerlo. Yo, que en mi historial como ‘alumna deportiva’ nunca tenía una falta no justificada, que hasta con fiebre en la pista me presentaba. Comer mirando la etiqueta, pero sin ya darle tanta importancia, dejar el cumulo de suplementos cada mañana, por la anemia que siempre arrastraba. Aprovechando el tiempo para varios proyectos que siempre dejaba ‘para otro momento’. Dedicándoles más tiempo a mis atletas, aprendiendo y disfrutando como entrenadora.
Y así podría seguir… en una larga lista de cosas en las que a veces me da miedo no echar de menos: el sufrimiento del láctico, las interminables sesiones de trabajo que en los último años no han tenido su reconocimiento, las horas en la camilla buscando desesperada la clave para alcanzar ese bendito estado de gracia, la incomprensión de aquellos que debían ser un apoyo, esa horrible sensación de abandono.
Me he descubierto feliz con aquello que para los demás es una rutina sin más. Pudiendo aprender y dejando crecer esos proyectos de vida que tenían que ser. Mirando con calma el tartán, porque sé que llegara, pero no cuando lo demás decidan, sino cuando yo de verdad quiera.
Por primera vez, y esto va por Toñi, sé que he mandado mi traje de ‘Wonder woman’ a lavar. Que pronto lo recogeré y cuando esté lista, me lo volveré a enfundar con el brillo del día antes de que esta historia de miedo empezase a cruzarse en mi camino. Pero eso llegará cuando tenga fuerza, cuando de verdad esté preparada para volar… pero de mientras, permitidme que disfrute de dejar de sentir la presión y volver a aprender a respirar.
Una respuesta a “Lo excepcional de lo rutinario”
[…] por ejemplo, si no hubiese tomado la decisión de incorporarme este año a la iniciativa Entrena tu futuro, tras tocar fondo en pista cubierta, no sé si hubiera podido brindarme una nueva oportunidad en el […]
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