Lamentablemente el atletismo se esta viendo en los últimos tiempos salpicado por el engaño del dopaje. El engaño para el propio atleta que emplea estas sustancias, para los atletas que compiten contra ellos, pero también para las aficionados a este deporte.

Aquel que elige esta vía cambia los principios del olimpismo «citius, altius, fortius» por el «ganar a toda costa» olvidando la verdadera finalidad de superación y «fair play» que el deporte tiene.

Los daños colaterales que esta modalidad deportiva esta pagando por el error de algunas personas concretas son demasiado grandes. Aquellos que buscan su verdadera superación, que trabajan día a día por conseguir mejorar en sus resultados, se ven menospreciados por la duda que cubre en la actualidad al atletismo.

La duda sobrevuela cualquier mejora sustancial, la desconfianza hace mella sobre los implicados en este deporte, y al final existe un desasosiego  y sentimiento negativo.

En tiempo de crisis, el dopaje es una soga que ahoga aún más al atletismo y de la cual tenemos que librarnos si queremos salir a flote.