Esta es sin duda la frase que más se me ha grabado de todo lo que he leído durante el embarazo. Y es que no es solo un mundo nuevo para el bebé que llega, sino que también lo es para aquellos padres que aumentan su unidad familiar (sobre todo los primerizos). Un periodo de adaptación delicado para el hogar, ya que es un proceso que a veces se hace más difícil por la multitudinaria bienvenida que suele suponer el nacimiento de un bebé.
El amor de vuestra vida llega a casa, pero con la extraña condición de que os tenéis que conocer y aprender a convivir… y aunque, por el contrario a las relaciones tradicionales, en este caso las terceras personas son fundamentales. Más complicado se hace de gestionar con todos los demás.
Llevas meses aguantando el cuñadismo, pensando en ocasiones que igual ‘pasas’ demasiado…cuando te das cuenta que en realidad solo quieres vivir todo el proceso de manera natural, cuidándote y dejándote llevar (porque la mayoría de las sensaciones y cosas que te pasan, no dependen para nada de ti). Así que siguiendo la norma que un día me mostraron, he ido viviendo plácidamente mi embarazo sin expectativas (hasta esos días que me levanto como si me hubieran dado una paliza). Pero tanto sabe todo el mundo que tú piensas que no sabes nada.
Ciertamente, nunca me he planteado que tamaño debe tener el capazo del carrito ni su cesta, ni sabía que la almohada no es recomendable para los recién nacidos, hasta que lo aprendí. De hecho, tampoco me he planteado lo de la lactancia, porque lo veía algo tan natural como que si puedo hacerlo, lo haré…o si no puedo, pues me tocará alimentar a mi hijo de manera ‘artificial’ (Por cierto, si decides hacerlo llegará la pregunta de hasta cuándo).
Soy más de un proceso más natural como ver qué ocurre cuando no te puedes anticipar y en ese momento pensar, pero pareces convertirte en un monstruo por no saber si vas a dar el pecho o si te vas a poner la epidural, a lo que añadir si vas a dar a luz en la pública o en la privada. Al final, igual que es un proceso evolutivo para el niño, lo es también para los padres, aunque el renacuajo tiene la ventaja de estar en su burbuja personal.
Pero lo que más miedo me da es que desaparece la soledad, y no porque ahora haya un inquilino más, si no que como decía al comienzo, sabes que tu casa va a parecer una jornada de puertas abiertas, que quizá se plante gente sin avisar y tu simplemente quieras descansar o que hoy pases de limpiar. Pero lo peor es que se que el cuñadismo llegará al retoño y que todos te pondrán el ejemplo de su hij@, cuando yo soy fiel defensora de individualizar, como en el entrenamiento (jajaja). Todo el mundo parece opinar en lo que sin duda es vuestro momento como pareja más personal.
Y algunas personas costará que respeten nuestras decisiones y eso a mi se que me va a enfadar. Como me enfadará que alguien no entienda que no quiero fotos en las RRSS de la carita de mi bebé… Yo expongo de mi vida aquello que creo que debo compartir, pero al igual que hay cosas que si, hay otras que no, y esto es un no rotundo.
Pero como digo, habrá que adaptarse y aprender, como en todo, y está bien pedir consejos. Pero el pedir opinión, no da potestad ni autoridad.
Aunque os debo reconocer que lo peor es ese aviso en tono de amenaza: “Ya lo verás” (o en su defecto, “ya me lo contarás”). A ver, que digo yo… que en mi caso es algo que queríamos y deseábamos. Que como adultos sabemos lo que supone criar a un hijo, aunque sea en parte. Que te hablen de la maternidad como si fuera el fin de tu persona, o te lo pinten como un estado de amargura, pues hombre, al final me entristece (aunque más por quien me lo dice que por mi misma). Te queda pensar que tu barriga y tu embarazo es un estado temporal, pero que lo de cenizos de algunos no tiene solución.
Por favor, decidme que no son mis hormonas y que este problemilla os ha surgido a más. Cualquier anécdota, que además ayude a eliminar el factor sorpresa, será bienvenida. Que eso de compartirlo parece que le da un poco de humor al asunto. Igual es que simplemente en este estado me pilla todo de nuevas y que al final siempre es la misma retahíla (y sí, cuando de a luz, me tocará contar 200 veces cómo ha ido todo. Lo asumo). Pero como algunos temas del verano, cuando llevan ya unos meses: cansan.