Dicen que cuando te enamoras sientes mariposas en la boca del estómago, pues yo últimamente siento que un elefante me da patadas en el mismo. Porque la competición tiene eso, que cuando te gusta, te remueve las entrañas de una manera que a veces puede ser hasta contraproducente.

Tras la decepción de Valencia la semana pasada, las ganas de vestirme de corto no se han visto mermadas. Pero sabía que antes de despegar, había que volver a arrancar. Y aunque hemos ido trabajando bien, hemos tenido muchos pequeños contratiempos que nos han hecho parar, poco, pero parar. Es lo que tiene que el peque empiece la guarde y que su mami tenga una inmunodeficiencia, eso y que me duele todo aún…

Por eso ayer, tocaba volver a competir en casa, en una carrera que al final fue más lenta de lo esperada, ya que algunas de las inscritas finalmente no corrieron. Pero por una vez, el crono no era lo que más me preocupaba, sino el volver a terminar, el ser capaz de volver a concentrarme, el reaprender todo un camino de experiencias que, tras más de 20 meses, parecen haberse difuminado. Porque dicen que el cuerpo a lo bueno se acostumbra pronto, pero yo me he dado cuenta que lo que más me está costando recuperar es la mentalidad. Da igual que lleve 20 años corriendo, estoy volviendo a empezar, y sufrir para la cabeza, no es una prioridad vital. Porque, aunque vuelves a la pista y en el fondo todo sigue igual, yo no soy la misma, y eso cada nueva carrera vuelve a cambiar.

Cada vivencia, buena y mala, cada proceso, nos construye en un camino que nos llena de una experiencia que ojalá hubiera tenido antes…pero entonces no sería eso: experiencia. Y ahora necesito recuperar experiencias positivas para quitar lastre y miserias de esta carrera de fondo tan intensa que es la competición. Porque me resulta curioso como otros vuelven después de un parón con esa facilidad y yo, sin embargo, para competir bien, necesito empezar y muchas veces competir francamente mal. Cada persona es un mundo, cada atleta también, por lo que cada proceso en cada mente es completamente diferente. Yo soy visceral y eso es de lo poco que puede cambiar…y si algún día dejo serlo corriendo, es que esto ya no es tan especial.

Yo soy visceral y eso es de lo poco que puede cambiar…y si algún día dejo serlo corriendo, es que esto ya no es tan especial.

Porque efectivamente correr me revuelve el estómago de una manera muy pasional, algo tan bonito y único, incluso cuando es para mal. Porque antes de competir puedo llegar a estar hasta febril, los ojos se tornan mas vidriosos y el pulso parece marcar el ritmo al que quiere correr.

Ayer fue un día para recordar, no por una marca, ni de lejos por ese motivo. No por mis buenas sensaciones, porque ayer iba mucho más atascada que en Valencia, con un dolor tremendo de espalda por que no estoy hecha para cargar a mi flaquito que, aun así, pesa nueve kilos. Sino porque correr en la pista de Zaragoza es especial, una instalación que deja al público prácticamente encima de los deportistas, unas gradas que se llenan con el calor de la gente. Una explosión de emoción cuando al cruzar la meta sientes a esa gente arropándote, tanto que brota todo eso…todo eso que necesitabas dejar fluir para poder seguir.

Así que de nuevo gracias, a todos aquellos que me llevasteis hasta la meta, a todo el que me ha escrito mandándome su aliento, a esos que no esperaban nada mas de mi que verme disfrutar de nuevo. Gracias incluso a los que no pensabais verme de corto de nuevo, me alegra ver que os habíais equivocado. Queda tantísimo por hacer, tantísimo por recorrer…pero algo menos que ayer. Mucho menos. Mientras me aguanten los huesos, sé que no podré dormir porque siempre estoy soñando.